El Liceo francés de Madrid es un edificio singular; no tanto en su propia forma arquitectónica, basada en las tipologías de Le Corbusier que hicieron furor en los años 70, sino en su encaje en la zona madrileña donde se decidió su elección. Si bien el Liceo como tal abre sus puertas en 1919 -aunque su labor pedagógica en la capital madrileña es rastreable algunas décadas antes- el traslado a su actual ubicación en el distrito de Hortaleza sucede en 1969. Es grande asimismo el prestigio de muchos de sus ex alumnos, hoy destacadas figuras de las artes, la economía o la vida política del país.
Pero la singularidad del centro francés, su presencia en el barrio, es en buena medida, responsable de la actual geografía humana que lo conforma, pues hablamos de unos 22.000 habitantes extranjeros empadronados. La cuestión es que de esta cifra, el 12% es de nacionalidad francesa. Hortaleza puede vanagloriarse de ser el distrito madrileño donde más presencia de ciudadanos franceses podemos localizar en la capital, una auténtica petit France en el corazón castizo de Madrid, aglutinando hasta un 20% de dicha población.
Resulta lógico así, que sean numerosos los comercios y establecimientos especializados que surtan de productos específicos, desde tiendas de alimentación con sabrosos croissants de mantequilla, hasta literatura en lengua vernácula, lo que hace que pasear por varias de sus calles nos traslade al país vecino durante unos cuantos metros. Este aire de zona residencial tranquila, apacible, de vocación netamente Europea y dentro del cogollo urbano, aunque lejos del fragor del centro, son algunos de los numerosos aspectos a destacar por quienes deciden instalarse aquí. La posibilidad de hacer una vida de barrio familiar, dentro de un entorno moderno presenta un gran atractivo.
Las instalaciones deportivas, muchas de las cuales vienen auspiciadas por el propio Liceo, uno de los centros pioneros en difundir un deporte como el rugby, son un atractivo estímulo para muchas familias. Hay, de hecho, muchos profesores y profesoras que han decidido instalarse en la zona, lo que redunda en una población culta y cosmopolita. El Liceo además no es un mero colegio, siendo una institución pedagógica de primer orden; un pequeño pedazo de la cultura francesa sobre la que pivota toda la vida de esta colonia gala. Los valores culturales tan queridos en el país vecino, es algo que a poco que el paseante sea un espectador atento, es capaz de vislumbrar sin problema.
No es de extrañar quizá, que un proyecto como la fascinante utopía urbanística de Arturo Soria, que trató de “ruralizar la vida urbana y de urbanizar el campo” a finales del siglo XIX para tratar de descongestionar la entonces ya atiborrada urbe capitalina, se encuentre abrazando al distrito. Aunque poco queda ya de este antiguo idealismo urbanístico de autogestión, parte de dichos valores se mantienen, pues responden a uno de las ambiciones más deseadas del habitar urbano contemporáneo: la calidad de vida; proyectada en el entorno que decidimos habitar, pues acaba conformando parte de nuestra identidad. También en la proyección de las posibilidades urbanísticas del distrito, con las ampliaciones de Sanchinarro y Valdebebas, a día de hoy una realidad, que cada día cuenta con mayor número de adeptos, pues las red de comunicación con el centro de la metrópoli son numerosas.
Hoy por hoy Hortaleza, por tanto, aparece dentro de los distritos madrileños como uno de los espacios urbanos más jóvenes y dinámicos; gracias en parte a su población, el entramado humano imprescindible para convertir un núcleo urbanístico y arquitectónico, en una verdadera comunidad.